Punta Gallinas, la punta más al norte de américa del sur.
Grandes colinas de arena, manadas de chivos que buscan agua en medio del desierto, es el paisaje que se puede vislumbrar en la alta Guajira, departamento de Colombia.
En esta región, que se encuentra a 1.17 kilómetros de la capital, Bogotá, en donde durante 10 meses no cae ni una sola gota de agua, pues se calcula que solo llueve alrededor de 50 días y no sobre pasa los 500 mililitros de agua en un año. Allí viven entre sesenta y setenta personas, quienes han decidido quedarse pese a las condiciones extremas con las que conviven, en pequeñas casas o como le dicen ellos “ranchos”, en las que sus paredes están construidas con barro mezclado con algas marinas y el techo con ramas de madera, extraídas del “corazón del cactus”; el piso es de arena y la cocina cuenta con un fogón de leña que está muy cerca del suelo. Fuera de los ranchos se encuentra el comedor, revestido de un mantel de colores típico de la comunidad.
Antes, esta región contaba con una gran abundancia de pescados, ya que al día podían pescar alrededor de 300 kilos, pero actualmente a causa del cambio climático, desviación de ríos y fuentes hídricas, no se pesca más de 30 kilos, lo cual afecta directamente no solo la alimentación y calidad de vida, sino también su forma económica como comunidad.
Para conseguir comida hay que viajar a Uribia, la ciudad más cercana, que está a casi seis horas de camino. Un viaje largo y extenso que las familias deben hacer para conseguir lo mínimo para sobrevivir.
Los habitantes de Punta Gallinas viven del turismo, en el que las Dunas de Taroa son el principal atractivo. Estas estuvieron ocultas hasta el año 2000, después de que el profesor bogotano Francisco Huérfano llegara a ellas, y con el tiempo el profesor fue llevando a sus amigos, y poco a poco el voz a voz convirtió este lugar en un punto central para visitar. Y con esto lograr generar un ingreso más estable a la comunidad, que puede diversificar sus ingresos económicos, crear hostales en los patios de sus casas y modificar la infraestructura de sus “ranchos”.
Andrea Bejarano
Comprensión de lectura