El árbol que enciende diciembre: una tradición argentina.

El 8 de diciembre siempre ha sido una fecha especial para mí. En Argentina, ese día celebramos el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen, y según la tradición, armamos el árbol de Navidad. No importa si hace calor, si estamos en medio de exámenes o si el año fue difícil: cuando llega el 8 de diciembre, es como si todos nos sincronizáramos con un mismo sentimiento.

Recuerdo desde chica levantarme temprano, abrir las cajas que guardamos todo el año y sentir ese perfume a pino artificial mezclado con polvo y emoción. Para muchos estadounidenses puede resultar curioso, porque allá el árbol se arma después de Acción de Gracias; pero para mí, este día tiene un significado profundo: es el momento en que empieza la Navidad en casa.

Mientras coloco cada adorno, me conecto con mi historia. Algunos fueron comprados, otros heredados y otros hechos por mis sobrinos en la escuela. El árbol se convierte en un álbum familiar silencioso, un espacio donde conviven generaciones. Cada bola brillante, cada lucecita y cada cinta tiene una memoria guardada.

Para muchas familias argentinas, el 8 de diciembre funciona como un ritual que marca el inicio del mes más emotivo del año. En general, lo hacemos en familia, escuchando villancicos, tomando mate y discutiendo dónde colocar la estrella: siempre en la punta, porque representa la luz que guía el camino.

Armar el árbol no es solo decorar la casa. Es una oportunidad para agradecer y para pedir buenos deseos para el año que viene. Cuando termino, siempre apago las luces de la casa y dejo encendidas solo las del árbol. Me quedo un momento en silencio, mirándolo brillar. Y cada año siento lo mismo: que, así como las luces iluminan las ramas, algo adentro mío también se enciende.

Elina Chifani

Preguntas de Comprensión

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